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A mi juicio

Por Sergio Castro González

La degradación de los Derechos fundamentales en tiempos del Covid-19


 

La semana pasada contemplamos las imágenes de un grupo de policías derribando la puerta de un domicilio, donde parece ser se estaba celebrando una fiesta clandestina en la ciudad de Madrid, ante la negativa de los moradores de su interior a abrir la puerta a las Fuerzas de Seguridad.

 

He de confesar que la entrada por la fuerza me dejó perplejo. Toda vez que el artículo 18.2 de la Constitución española consagra el Derecho fundamental a la inviolabilidad del domicilio en el siguiente sentido: El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito.”

 

Resulta evidente que nadie, ni siquiera las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, puede acceder a nuestro domicilio: (1) sin nuestro consentimiento y (2) sin autorización judicial, (3) salvo que se esté cometiendo un delito flagrante.

 

Esta entrada forzosa en un domicilio ariete en mano, causó la estupefacción de la mayoría de la comunidad jurídica, como no podía ser de otra manera.

 

Sin embargo, posteriormente comentando la noticia con varios amigos y conocidos, me asombró poderosamente que para ellos la entrada forzosa de la policía estaba completamente justificada ante la ilegalidad de las fiestas clandestinas y la chulería de los “jóvenes fiesteros” con los agentes.

 

Lo que me lleva a preguntarme: ¿estamos asistiendo a una degradación de los Derechos fundamentales por la situación de pandemia actual?

 

           

Cuando hablamos de Derecho fundamentales, nos estamos refiriendo a los derechos y libertades regulados en los artículos 14 a 29 de la nuestra Constitución, entre los que se encuentran, por ejemplo, la libertad de ideológica, el derecho a la vida, al honor, a la libertad -stricto sensu-, a la tutela judicial efectiva, etc.

 

Todos los poderes públicos del Estado tienen la obligación y el deber de garantizar y proteger todos los derechos consagrados en la Constitución. El respeto a estos derechos fundamentales es innegociable.

 

Como ya es conocido, y tal y como se ha puesto de manifiesto en esta sección anteriormente, durante el estado de alarma, los Derechos fundamentales no pueden suspenderse, pero si se pueden adoptar medidas quepuedan suponer limitaciones o restricciones al ejercicio de derechos fundamentalespor razones de necesidad, así se pronunció el Tribunal Constitucional en su sentencia de 28 de abril de 2016. 

 

De hecho, no están siendo pocas las medidas que se han adoptado para combatir al virus y que suponen, no sólo una limitación sino una suspensión en toda regla de nuestros derechos fundamentales. Véase el toque de queda o los cierres perimetrales entre Comunidades Autónomas, son algunos de los ejemplos que más afectan a nuestro día a día.

 

En este contexto, ¿realmente era necesario que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, vulnerasen de una manera tan flagrante el derecho a la inviolabilidad del domicilio?

 

No quiero decir con esto que la chulería, las faltas de respeto y la desobediencia a las autoridades estén plenamente justificadas y amparadas en la Constitución. Ni mucho menos. Algunos caraduras, como los impresentables de la fiesta, deberían tener presente que la Ley no ampara el abuso de Derecho ni el ejercicio antisocial del mismo.

 

Pero la policía tiene mecanismos más que suficientes a su alcance para resolver una situación conflictiva como las fiestas clandestinas.

 

Como a menudo sucede en la vida, en el Derecho, ni dos más dos son cuatro, ni todo es blanco o negro. Y toda actuación policial habrá que ponderar la vulneración derechos en juego por un lado y la protección a los bienes jurídicos por otro, en todo caso tendrá que haber una proporcionalidad.

 

Pero lo más preocupante no es la vulneración de la inviolabilidad del domicilio, que los Juzgados y Tribunales ya se encargaran de reparar. Sino la degradación de los Derechos fundamentales a los ojos de la sociedad.

                                  

Soy de la opinión de que la salud y la vida están por encima de cualquier otro derecho, pero no todo vale para la lucha contra el coronavirus, nuestros Derechos fundamentales son inalienables y deberíamos darle la importancia que se merecen.