En España, y también en Europa, estamos ante un callejón sin salida. La vía que estamos siguiendo no lleva ni hacia la democracia ni hacia Europa. La pobreza y la desigualdad se ha adueñado de Europa. Los problemas no se solucionan, se aplazan. Las deudas de los países no se pagan, se cargan a las generaciones futuras. Los europeos nos tenemos por muy demócratas, por muy defensores de los derechos humanos, pero las violaciones a la igualdad de todas las personas y a los más elementales derechos humanos, como los derechos del niño, son el pan nuestro de cada día. No, no hace falta mirar a los inmigrantes que llaman cada día a las puertas de Europa, para ver la injusticia y la pobreza, ni a los millones de jóvenes que no trabajan, o que no encuentran trabajo, o que trabajan una semana al mes, o que trabajan, pero no ganan para vivir. Pobreza material y pobreza mental de Europa.
¿Dónde está la raíz de toda esta desventura? Lo podemos resumir con una frase muy simple: "Los ciudadanos, en vez de ser los soberanos, somos los esclavos", y los partidos políticos en lugar de ser nuestros apoderados, es decir quienes deben cumplir con las órdenes que les damos, son los que nos dan las órdenes
Ahora que está de moda hablar de la constitución debemos recordar que hace ya mucho tiempo que se vienen violando tanto la Constitución española - "la soberanía nacional reside en el pueblo español" (art. 1) -, como el Tratado de la Unión -una unión cada vez más estrecha entre los ciudadanos de Europa (art. 1)-, y nadie se inmuta. Que ahora los partidos nacionalistas se atrevan a pedir una "amnistía" que según todos los expertos es anticonstitucional, no nos sorprende, pues ya estamos acostumbrados a que los políticos se pasen tranquilamente la Constitución por el forro.
Además, Europa está llena de nacionalistas. Nacionalistas de primera: los partidos nacionalistas -"Cataluña first"- y nacionalistas de segunda, los que defendiendo el nacionalismo de Estado "primero España", o "primero Francia", pero que no se atreven a decirlo, porque por encima del propio Estado, se encuentra el propio partido. Para los nacionalistas regionales, Europa esté en segundo lugar. Para los nacionalistas de Estado -que son los grandes partidos -, Europa está en tercer lugar: primero viene el partido, después España y, por último, Europa. Y aquí radica la causa de todos los males de Europa. No son partidos nacionalistas, los más peligrosos. Son los grandes partidos. No es a una Europa federal a la que nos están llevando sino a una confederación de Estados. Y "para este viaje" - nos dirán los padres fundadores- "no hacían falta alforjas".
La Europa de los partidos está en vía muerta. Hace casi 70 años que el Parlamento Europeo está esperando un procedimiento electoral uniforme, para que las elecciones al Parlamento europeo tengan la categoría que merecen y los ciudadanos podamos votar a nuestros representantes y no a los representantes de los partidos políticos. Hace ya 70 años - antes de existiera la Comunidad Económica Europea- que en Europa se presentó un proyecto de Tratado de defensa común, que iba mucho más lejos que la actual Política Común de Seguridad y Defensa, y que suponía un paso de integración gigante. Fue rechazado entonces y nunca más se volvió a hablar de él. Los ciudadanos estamos excluidos del proyecto europeo, por mucho que la Comisión intente invitarnos a un debate en el que actuamos de meros espectadores.
Tampoco el camino hacia la democracia tiene salida. La partitocracia es peor que el nacionalismo, pues es un somnífero, es la droga de los demócratas. La partitocracia no lleva ni hacia la democracia ni hacia Europa. Mientras el ciudadano no sea el centro y el actor de la política, tanto en España como en Europa seguiremos retrocediendo.