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Por Sergio Sanz Herrero

Los errores con la cantera


Cuando la situación de la cantera del Real Valladolid se encontraba en pleno ascenso, gran parte de esa evolución se desmorona. Cuenta el dicho que lo que funciona es mejor no tocarlo, pero si esto, además de funcionar, ofrece un rendimiento superior, habría que promocionarlo y potenciarlo. En la entidad presidida por Carlos Suárez no lo entendieron así y han dejado a escapar dos piezas claves de todo ello: Cata y Rubén Albés.

 

Primero fue el entrenador quien tuvo que optar con salir para crecer, tanto deportiva como económicamente. Va de la mano, pero una oferta para dirigir al primer equipo del Pucela lo habría cambiado todo. Una oferta que jamás llegó y, que pese a los méritos, no se planteó desde la salida de Braulio Vázquez.

 

Carlos Suárez cogió el mando durante las últimas semanas y solo negoció con algunos futbolistas. Sin director deportivo, dejó pasar a Albés y este se marchó. El presidente no mostró mucho interés por ello, aunque aseguró que emplazó al entrenador a la llegada del relevo en las oficinas para tratar el tema. Demasiado tarde; el tiempo es oro y el riesgo era alto.

 

Así llegó el primer error en la cantera. Un muro que Albés derribó y que el propio presidente se encargó de volver a construir para formar una barrera sin sentido. Por méritos y por todo lo demostrado por el gallego al frente del filial y como parte del cuerpo técnico en la 2015/16, la oportunidad la tenía más que ganada. En lugar de aprovecharla y dar un paso adelante en la evolución de ese ‘Más blanquivioleta que nunca’ que se vendió hace poco más de un año, el Pucela vuelve a ser Valladolid.

 

En la continuidad del técnico había esperanzas, pero en el otro tema a tratar en estas líneas todo era más pesimista. Cata ha vivido una situación parecida y ha sido, sin duda, uno de los principales artífices del crecimiento de la cantera blanquivioleta. En definitiva, ha cumplido con creces desde su cargo de director de las categorías inferiores.

 

Sin dinero, pero con ganas y sabiéndose mover en el mercado, configuró los equipos de la base para que compitieran por los puestos más altos en sus respectivas clasificaciones y los chavales se formaran dentro y fuera del campo. Los resultados están ahí, de igual manera que la calidad de los jugadores. Y si la técnica no era muy brillante, los entrenadores -casi todos elegidos por él- estaban para exprimir al máximo el rendimiento de las plantillas.

 

Un trabajo por el que se había ganado esa confianza para crecer profesionalmente y que, por las circunstancias en Zorrilla (la salida de Braulio), podría haberlo hecho dando un salto interno para coger las riendas de la parcela deportiva. Pero a Suárez no le entusiasmó la idea y se consumó el segundo error.

 

Un puzle que podría haber casado a la perfección y que se podría haber construido con la afición unida y enganchada por el verdadero proyecto ‘Más blanquivioleta que nunca’, pero que finalmente continuará en esa ruleta rusa en la que el club vallisoletano se encuentra inmerso desde hace bastantes años. Un proyecto de tres años con Paco Herrera que comenzó hace uno y del que ya no queda nadie. Lo que sí se mantiene es la base en forma de jugadores, tanto de arriba como de los que vienen por detrás, que el nuevo encargado de la dirección deportiva debe cuidar.