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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

La dieta como estilo de vida (III)


Las últimas semanas he tratado el tema de la dieta como una esfera más compleja que la alimentación rutinaria, es decir, en el marco del estilo de vida. Para ello, utilizaba los ejemplos más populares de los últimos años y explicando su utilidad real, facilidad y la mejora del peso corporal.

Como dije en la primera parte, Prochaska y Diclemente desarrollaron las etapas del cambio. Aunque su implicación fue en la posibilidad de dejar de fumar, a día de hoy se adaptan a cualquier gran cambio en la forma de vivir. De hecho, es altamente importante tener en cuenta estas etapas si hablamos del estilo de vida, porque la forma de alimentarse y utilizar la energía es una costumbre difícilmente modificable.

Ya hace años que se habla de la adicción al azúcar, aunque sería más importante tratar el tema como adición a ciertos sabores. Con los años se han modificado las recetas de bebidas y comidas minimizando el azúcar puro, pero el sabor dulce continúa siendo altamente atractivo. Así, podemos ingerir grandes cantidades de refrescos, repostería o gominolas sin tener la mínima conciencia de qué estamos comiendo.

Como no todo es dulce, también reflejé que existen sabores altamente potenciados, como algo general. Los productos snack a base de fritura son el mayor ejemplo de cómo ingerir miles de calorías sin notar un llenado de estómago. El sabor es totalmente artificial y tan placentero como el dulce para los amantes del salado.

Si consideramos la alimentación como una costumbre que debemos educar desde pequeños, lo mismo sucede con nuestra rutina diaria. Tan difícil es alimentarse mejor como empezar a gastar más calorías y tener una rutina más saludable. Es mucho más sencillo comer patatas fritas en el sofá viendo la televisión que, mismamente, comer una manzana mientas vamos al trabajo caminando. O comer una tortilla casera en una ruta por el campo caminando en familia.

La comodidad del Siglo XXI es también un colaborador necesario para la obesidad creciente. Si antes un niño salía a jugar al parque todas las tardes, ahora juega a la videoconsola sentado en la habitación, sin ni siquiera acompañar a sus padres a hacer la compra. Ya no hablemos de actividades culturales o sociales.

Pero el S. XXI también ha traído la competencia del remordimiento. Es más económico apuntarse a un gimnasio, iniciar un deporte más accesible como el pádel o la moda actual del crossfit. Hay una oferta casi ilimitada, ya que tenemos clases en youtube que nos permiten hacer actividad sin gastar ni un céntimo. Por ello, las cuotas de centros deportivos también se han adaptado a la vez que proliferan nuevas tendencias.

Pero hacer una actividad extra también tiene un coste de cambio, no solo el económico. Los mal llamados gimnasios (yo los denomino centros sociales deportivos) tienen por objetivo que pagues la cuota, vayas lo justo y dejes hueco a otro. Ya no se incentiva que en tu rutina se incluyan pesas, piscina y correcciones para mejorar. Ahora entras en la clase de spinning para divertirte a la vez que te mueves, pero al llegar a casa todo sigue igual.

Es más complejo mantener a largo plazo un método cuanto más agresivo resulte, porque es gratificante a corto plazo: me divierto, siento cansancio y voy a seguir con mi rutina de mis últimos 25 años, porque me lo he ganado. Pero si se modifican otros hábitos más sencillos y completos del día a día, se puede obtener un resultado similar sin tener la sensación de sufrir para poder comer igual. ¿Acaso nadie ha visto la típica persona que coge el coche para ir a por pan en un pequeño pueblo?

Cuando estudiaba TAFAD se decía que hay algo que hacemos mal si cogemos el coche para ir al gimnasio y subirnos en una bicicleta estática. En este punto, efectivamente, resulta más difícil y más útil cambiar hábitos como disminuir el vehículo privado para usar el transporte público, subir las escaleras como alternativa al ascensor, ir al gimnasio o la piscina andando... Son gestos ya propuestos desde hace años para combatir la obesidad creciente y mejorar el envejecimiento, creando una forma más saludable y sostenible, incluso, en la vejez.

 

Efectivamente, las etapas del cambio no defraudan y la mayoría de la gente que inicia un deporte como necesidad de perder peso, acaba abandonándolo en algún momento. Cambiar todo el estilo de vida es más económico y fructífero a largo plazo. Y lo más importante es educarse en un buen estilo de vida desde pequeños, así los pequeños cambios tendrán más posibilidad de ser exitosos.