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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

Ley antitabaco


Aunque está mundialmente acepado el fumar como acto habitual y social, la realidad es que el tabaco es altamente perjudicial para la salud. Es relativamente frecuente ver y escuchar comentarios que tratan de disuadirlo con algo tan banal como: "se ha hecho toda la vida", "mis padres fumaban y aquí estoy", "yo no me encuentro mal" o "también son malas otras cosas". La realidad es que, a corto plazo, quien deja de fumar nota una mejoría muy notoria que compensa con la sensación de necesidad.

Da igual que hablemos de fumar cigarrillos, puros o, incluso, porros. Es difícil reconocer que algo no hace un bien cuando se practica. Por ejemplo, alguien que sistemáticamente circula por la carretera con exceso de velocidad y con maniobras evasivas de tráfico, no considera que sea un riesgo para otros. Evidentemente, esa persona no es consciente del efecto que implican sus maniobras en el resto de conductores. De la misma manera que si se conduce bajo los efectos del alcohol u otras drogas de abuso no se percibe tampoco.

La ley 42/2010 del 30 diciembre prohibió algo histórico, fumar en el interior de lugares públicos. Se anunció una especie de apocalipsis para la hostelería, que hablaban del cierre de miles de establecimientos. Algo que nunca sucedió. De hecho, recuerdo un bar cerca de mi casa que llevaba ya cinco años prohibiendo fumar en el interior a sus clientes sin perderlos. Esta medida, no solamente redujo la inhalación de humo por parte de no fumadores sino, también, mejoró la limpieza de los establecimientos que ya no debían barrer el suelo lleno de colillas. Al estar más limpio, se perdió la cultura de tirar al suelo los palillos, servilletas o el pipo de las aceitunas.

Esta medida higiénica logró disminuir el tabaco en la población adulta y su promoción en los jóvenes. Sin embargo, con el tiempo, vuelve a ser habitual ver consumir tabaco entre adolescentes. Principalmente, porque la publicidad aversiva con fotos en las cajetillas no funciona tanto como al principio, ya no produce el mismo rechazo. También, porque la ley no se cumple o se maquilla de forma elegante, como es el hecho de que se pueda fumar a la puerta de un hospital disponiendo hasta de ceniceros, por si cabían dudas.

Este viernes, 5 de abril, ha salido adelante la nueva ley tras una negociación política digna de estudio sociológico, porque algunos cargos parecen tratar de promocionarlo a toda costa con tal de ganar unas elecciones. Esta ley contempla unas medidas que tratan de desincentivar el consumo a base de un coste cada vez menos asumible. Si ya de por sí los fumadores gastan entre un 5 y un 10% de su salario en el tabaco, el nuevo incremento, que incluye también a los cigarros electrónicos con nicotina, debería suponer la motivación final para abandonar la adicción.

Un aliciente que reforzará esta normativa es la medida que pretende ampliar los espacios sin humo, algo que actualmente parecía una utopía dada la escasa efectividad de las zonas llevadas al límite legal. Aunque el consumo pasivo ha disminuido y se ha respetado más en los últimos años, sigue siendo una asignatura pendiente para muchos fumadores, que no comprenden que el humo sea molesto para los demás.

Probablemente esta nueva ley no sea capaz de concienciar del perjuicio del tabaco. El consumo abusivo de cualquier producto de estas características es una evidencia, se niega en rotundo durante la adicción y se reconoce la mejoría nada mas abandonar el hábito. Pero si a base de precio  es capaz de minimizar a los consumidores, al menos, esa proporción de exfumadores percibirán claramente sus avances respiratorios y económicos. Es decir, tendrán dos buenas razones para no volver atrás.