En octubre de 2024 saltaba la noticia en muchos medios de comunicación sobre el jefe del servicio de dermatología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. No precisamente por lograr una proeza en la medicina, tampoco por mejorar el servicio que dirige en el hospital notoriamente. Las diferentes noticias relataban el mismo suceso: no gestiona igual su clínica privada que su trabajo en el sistema sanitario público.
Para comprender esta base, debemos entender que los jefes de servicio son cargos de esos que tanto nos gustan en España, puestos a dedocracia. Pocos dimiten de su jugoso y bien remunerado puesto, donde no solo es el mes a mes sino también complementos de productividad anuales. Y quien lo vaya a negar, puede exponer su declaración de la renta. Estos dejan bien clara la diferencia entre estar en la cúspide de la pirámide y la base que soporta realmente la carga. De hecho, en sus manos hay mucho más que unas directrices de buen funcionamiento y buenas prácticas.
Un jefe de servicio puede, en definitiva, facilitar o complicar la tarea según sus intereses. Desde perjudicar a los médicos de los que dispone, hasta reventar las listas de espera. Y por lo visto, esto mismo sucede en la Comunidad de Madrid como norma en dermatología. Tal como relataba El País, hasta 23 responsables de servicio trabajan en la privada. Pero todo estalló en octubre, al observar que el correspondiente al Ramón y Cajal no cumplía bien sus funciones en la administración, acumulando las peores listas de espera.
No se puede dudar de que sea un buen médico, visto su recorrido. La parte ética correspondiente al uso de los recursos públicos, ya queda en otro lugar. Y por lo que sea, los medios de comunicación sanitarios han omitido dar la información frente a la prensa nacional, que aireó las buenas nuevas fruto de una filtración de otros empleados. Y esto no es novedoso, cualquiera que haya estado en el sistema público seguro que conoce más casos donde el esfuerzo en el sistema público se limita, nada que ver con la misma consulta en el privado. Es más, hace unos días, El País reflejaba que se han agilizado las consultas en estos meses tras la intervención del gerente por la noticia. ¡Vaya casualidad!
Por desgracia, sea más o menos común (y es más de lo que parece), nadie vigila ni controla este sistema. Ya estamos acostumbrados a oír eso de las peonadas. Las peonadas son un pago por intervención (quirúrgica o no) que se hace fuera de horario. En vez de pagar por horas, se hace por número. Y yo recuerdo haber trabajado en un lugar donde en peonada se hacía el doble de tarea que en el turno ordinario. No, no es casualidad, es un hábito ya bastante conocido.
Quizás el primer problema es que no se vigila ni audita el trabajo. De nada sirve poner un complemento de productividad si no se puede comprobar que realmente se han cumplido los objetivos y si no se individualiza la estadísitica. Y esto es muy de España, eso de tratar de engañar al milímetro para rascar algo a favor aprovechando que no hay distinción entre el cumplidor y el jeta. Cuando ambos ganan lo mismo, no se incentiva al bueno, sino que se está premiando al malo.
Entonces llega la noticia de enero: la ministra de sanidad quiere prohibir que los jefes de servicio trabajen en la privada. Una medida hecha para evitar la corrupción de colapsar listas de espera y desviarlas a una consulta alternativa donde, casualmente, se trabaja al doble o triple de velocidad. Y esta idea que marcaría un antes y un después en el control, las buenas prácticas y la ética profesional, casualmente ha acabado en críticas hostiles.
En esta ocasión, por lo que sea, los medios e influencers sanitarios sí han nombrado la posible medida como lamentable, coacción, mafia, etc. Tal es la reacción, que da a pensar eso de "excusatio non petita, accusatio manifesta". ¿Por qué el sector público nunca quiere ser auditado? ¿Por qué quienes viven de lo público fomentan y favorecen la privatización con estas actuaciones? Sencillo, porque sacar tajada hoy es más importante que lo que pueda suceder mañana.
Por otra parte, llegan los ciudadanos a comentar. Y es casualidad que los más críticos con la pública, ahora activen su cinismo en defensa del servicio solo por cuestiones de siglas políticas. Incluso hay comentarios que se animan a vaticinar que todos los médicos se irán al sector privado. Pero la realidad es otra. La privada es interesante ahora que hay demanda, si la oferta pasa a ser mayor, no van a retribuir de la misma forma.
Ya lo he dicho en múltiples ocasiones, la privada tiene que existir, pero no como una subcontrata. Así que, como defensor de que exista una sanidad pública para todos, debo ser crítico con la falta de autorías, con los pagos de productividad generalizados, con los descontroles de almacenes, con el hurto sistemático (material y horario), con la falta de formación obligatoria y, sobre todo, con que el propio empleado público sea quien destroce el sistema.