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Por Emilio Rodríguez García

En España quieren ser influencers


No lo digo yo, lo dice el estudio de Remitly (https://www.remitly.com/gb/en/landing/dream-jobs-around-the-world), que es tan poco riguroso como básico; aún así, interesante.

Imaginen que analizamos, por país, las búsquedas en Google referentes a ?quiero ser??, ?quiero estudiar?? o ?cómo llegar a ser??. Con esa información, podríamos tener visibilidad acerca de las preferencias de estudios o planes de vida de la gente, segmentada por geolocalización.

En España, nuestros jóvenes buscan una salida fácil: trabajar poco y ganar mucho. Lo que toda la vida se ha denominado soñar despierto. Según el estudio antes mencionado, los jóvenes españoles quieren ser influencers, al igual que los tunecinos (Túnez), jordanos (Jordania) o checos (República Checa).

¿Y nuestros vecinos europeos?: profesores, escritores, abogados, empresarios, desarrolladores o pilotos. Carreras que exigen un desarrollo profesional y que ofrecen un valor significativo a la sociedad actual son, en su mayoría, las preferencias de los jóvenes europeos colindantes. Veo una brecha inquietante.

 

¿Y qué tiene eso de malo? ¿acaso nuestros jóvenes tienen la culpa de buscar el camino fácil?, yo veo el problema en la sociedad, que en lugar de prepararlos en aspectos constructivos y de valor para su futuro, los usan como moneda de cambio para intereses políticos y económicos. Tu inteligencia es el problema y, en lugar de potenciarla, la rebajan para que seas uno más. Y si no, recordad cuando la RAE quitó la tilde a sólo, recompensando a los ignorantes y haciendo un agravio a todos aquellos que nos esforzamos por aprender a escribir correctamente. Los mediocres son felices.

No soy ducho en materia política y mucho menos en comisiones educativas, pero el mero hecho de estar cambiando leyes con la llegada de cada nuevo partido al poder o tener 17 sistemas educativos distintos, no favorece una base sólida de conocimiento y formación. Esto llevo años oyéndolo y ahora puedo constatar que se ha convertido en la crónica de una injerencia anunciada.

¿Qué motivación tiene un alumno para estudiar sabiendo que puede pasar de curso repitiendo o que si las cosas van mal podrá acogerse a ayudas y a un ingreso mínimo vital?. Estamos favoreciendo la cultura del mínimo esfuerzo en detrimento de la calidad. Ya no hablemos del segundo plano al que se ha relegado la filosofía o la religión; desde luego las nuevas generaciones distan mucho de la educación, valores o pensamiento crítico que profesaban las anteriores.

Posiblemente sea el menos indicado para hablar de religión, fe y Dios, así que limitaré a parafrasear a William James cuando dijo: "El Señor puede perdonar nuestros pecados, pero el sistema nervioso nunca lo hace".

Ignorar todo esto no nos hará más felices, sino más dependientes de una sociedad corrompida que ha perdido el norte. Aceptar que la formación en Lengua y Ciencias Sociales de los maestros de Primaria se reduzca o que incluso reciban las mismas horas de formación en diversidad afectivo-sexual que en Matemáticas, perjudica la capacidad lectiva y la consolidación de una buena base formativa para nuestros jóvenes. Si las futuras generaciones no son competitivas, el resto del mundo se las comerá. 

Una encuesta en EEUU (https://www.science.org/doi/10.1126/science.ade1083) ha preguntado a la población del país si estarían dispuestos a seleccionar embriones de fecundación in vitro en función de sus aptitudes intelectuales, es decir, si seleccionarían el embrión más inteligente. El 40% de los encuestados respondió que sí. ¿Queremos traer al mundo vidas inteligentes para luego desaprovechar su potencial a través de un sistema educativo que busca precisamente todo lo contrario?. 

Los que desconfían del sistema aún tienen opciones. No es todo o nada. El individuo que quiere luchar contra la corriente podrá seguir haciéndolo. La pena es que no lo hagamos todos juntos, como compañeros y como sociedad por el bien común de las futuras generaciones.