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Conectados

Por Emilio Rodríguez García

Elon Musk y la revolución de la libertad


En una sociedad cada vez más conectada, nos enfrentamos a dos problemas importantes relacionados con la difusión de información y la veracidad de la misma. ¿Quién tiene la responsabilidad de decidir qué información es correcta y qué no, y cómo se puede garantizar la calidad y veracidad de la información compartida? Estos desafíos plantean importantes preguntas sobre la ética y la responsabilidad en la era digital.

Y si queremos complicar más la situación, añadamos el exceso de información con el que vivimos así como la manipulación de la misma.

Aún recuerdo en mis años de carrera cuando en una másterclass, el ponente dijo una frase que se me quedó grabada: "las nuevas fuentes de información serán el futuro". Era 2005 e internet despegaba con fuerza; yo lo vi claro, se refería a la facilidad de comunicar información con tan sólo tener un blog o acceder a un foro, es decir, la descentralización de la información.

Muchos diréis que hoy en día cualquiera puede tener una puerta a internet para comunicar libremente lo que considere, ¿verdad? Error. En la era de la información, la censura en internet se convierte en un nuevo tipo de 'pensamiento del crimen', en el cual la libertad de expresión es limitada y vigilada de cerca, como en la sociedad distópica de 1984 de Orwell.

Twitter y la censura del contenido

Miremos las siguientes dos gráficas. Están obtenidas del portal de transparencia de Twitter y reflejan, respectivamente, el número de cuentas suspendidas y contenido bloqueado asociado a desinformación de COVID.

 

¿Qué tipo de moderador de una plataforma social está cualificado para valorar si una cuenta o contenido es legítimo desde un punto de vista legal o médico? Ninguno y esa es una de las razones esgrimidas por la investigación que se está llevando a cabo donde se ha puesto contra las cuerdas a varios directivos de la red social por bloquear o suspender cuentas de médicos que libremente daban su opinión acerca de las vacunas o la enfermedad. La mano que mece la cuna: un poder económico o gubernamental estaba por encima de la libertad de expresión.

 

 

Os he puesto un ejemplo relacionado con la pandemia pero hay otros, como la suspensión de la cuenta del ex presidente Donald Trump, la injerencia de las campañas políticas en Estados Unidos y un largo etcétera. Al final, la información que nos llega, y a la que somos expuestos, es la que se ha decidido desde las altas esferas.

Gran parte de las acciones manipulativas de Twitter quedaron expuestas tras la compra de la misma por Elon Musk por la nada desdichada cifra de 44.000 millones de dólares. Nuestro gran visionario llevaba tiempo quejándose de la falta de libertad de la red social y le costó caro llegar a la verdad.

Buscando la libertad en el espacio

Si hablamos de Elon Musk posiblemente nos vengan a la cabeza términos como Tesla, Twitter, millonario, empresario, etc. Para mí, lo más disruptivo de todo lo que ha hecho, además de llegar a ser la persona más rica del mundo, es Starlink, una empresa que hasta la guerra de Ucrania había pasado desapercibida.

Starlink es una subsidiaria de SpaceX, también fundada por Elon Musk y su objetivo principal es proporcionar acceso a Internet de alta velocidad en todo el mundo utilizando una red de satélites en órbita baja de la Tierra.

 Nuestro querido Don Quijote de la Mancha está conquistando el espacio y su ayuda en Ucrania ha sido clave para que mantengan acceso a internet y su vida y economía puedan sobrevivir. Internet por cable es "fácilmente? controlable por gobiernos u organizaciones, sin embargo, el espacio es más difícil de "pinchar" o "bloquear".

¿Nos ponemos el gorrito de papel albal?

Y ya que hablamos de cosas curiosas, os dejo la caída en desdicha de Blackberry, una pionera de las comunicaciones basadas en seguridad y privacidad. Llegó a su cúlmen de facturación en 2011 pero a partir de ahí, cayó en picado.

Estaban (han tenido que pivotar su estrategia comercial) especializados en el diseño de dispositivos móviles que requerían un alto nivel de seguridad para sus comunicaciones, especialmente para su uso en empresas y organizaciones gubernamentales. Y yo me pregunto, ¿quién querría en el mercado un dispositivo altamente complicado de hackear o monitorizar?