circle

Conectados

Por Emilio Rodríguez García

¿Por qué aún no tenemos coches autónomos?


No son pocas las películas de ciencia ficción que preveían que para el 2020 hubiera coches voladores en nuestras ciudades. Yo siempre digo lo mismo: si la gente no es capaz de conducir un vehículo que va pegado al suelo, como para tenerlos volando por encima de nuestras cabezas. En la sociedad actual sería catastrófico.

La única posibilidad de que eso pudiera ocurrir sería automatizando todo el proceso y evitando que el ser humano pudiera intervenir en la conducción. Casi nada.

Y eso nos lleva al siguiente punto, ¿por qué aún no tenemos coches autónomos? Vale que existen algunos modelos eléctricos como Tesla con su autopilot que nos permiten delegar la responsabilidad de la conducción al ordenador del vehículo, pero son tan sólo una minoría en el parqué automovilístico.

Han pasado más de 137 años desde que arrancó por primera vez un coche de combustión, ¿no creéis que ya era hora para haber avanzado, si no por el aire, al menos hacia una conducción más automatizada?. Pues al parecer, más que un problema tecnológico, que sin duda es un reto complejo, se trata de un problema legal y de comportamiento humano.

Para explicar esto os tengo que presentar a Mary Louise "Missy" Cummings, profesora de ingeniería de la Universidad de Duke, en Estados Unidos y experta en seguridad del transporte. Es una de las voces más críticas con los riesgos y realidad de los sistemas de asistencia avanzada en la conducción.

Cummings, viene a plantear un escenario muy interesante. Os lo voy a resumir en dos puntos principales:

1. Lo primero es que no hay evidencia de que los sistemas de conducción autónoma reduzcan los riesgos de accidentes. Aún no hay datos que analizar ni comparar, por lo que no podemos considerar esa premisa como verdadera.

2. Lo segundo, y más interesante, es que un sistema de conducción autónoma podría tener un efecto contrario. Ella utiliza el término de homeostasis del riesgo, para referirse a que la gente, al utilizar este tipo de sistemas, se confía y tiende a correr más o despistarse al volante, lo que podría ocasionar más accidentes. Y razón no le falta dado que no son pocos los ?conductores? cazados durmiendo dentro del coche mientras éste se desplaza de manera autónoma.

El concepto anterior está basado en la teoría de Gerald Wilde de que reducir el riesgo no tiene por qué reducir los accidentes. La formuló en 1982 y en este contexto nos viene como anillo al dedo.

Dejando atrás el, no pequeño, problema de homeostasis del riesgo, aún quedan otros factores más terrenales que deberíamos solventar para acceder a un nuevo escenario en la conducción. Los principales limitantes, son los siguientes:

  • Complejidad tecnológica: Los coches autónomos requieren sistemas altamente sofisticados de procesamiento, conectores y sensores para funcionar de manera segura y fiable. Aunque se han logrado grandes avances en estos aspectos, todavía hay desafíos técnicos (y en las carreteras) que resolver. Y barato no será.
  • Regulaciones y aspectos legales: La implementación de coches autónomos implica una serie de consideraciones legales y regulaciones que aún no están completamente definidas. Los gobiernos y las autoridades asociadas al transporte deben establecer normas y estándares claros para garantizar la seguridad de los vehículos autónomos y determinar la responsabilidad en caso de accidentes o problemas legales. No es moco de pavo. Si te estrellas con el coche en piloto automático, ¿quién debe pagar?.
  • Seguridad y confianza: La seguridad quizá sea la preocupación principal. Estos vehículos deben poder detectar y responder adecuadamente a situaciones imprevistas en la carretera, como cambios inesperados en el entorno, comportamiento de otros conductores, entornos mal señalizados o condiciones climáticas adversas. Garantizar la seguridad total es prácticamente imposible, por lo tanto, ¿qué umbral será considerado como aceptable?.
  • Aceptación y confianza pública: La adopción masiva de coches autónomos depende de la confianza y aceptación por parte del público. Muchas personas aún tienen preocupaciones sobre la seguridad y la fiabilidad de esta tecnología, especialmente debido a incidentes aislados que han ocurrido durante las pruebas. Es necesario un proceso gradual de educación y demostración de beneficios para ganar la aceptación generalizada y eso llevará tiempo.

 Ya nos va quedando menos, pero aún tenemos un árduo camino por delante. Si queréis saber más, os recomiendo suscribiros a mi newsletter SEO donde a veces también hablo de  temas tecnológicos.