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Por Emilio Rodríguez García

El derecho a pagar en efectivo


Parafraseando a Piqué la semana pasada, "somos marionetas". Es de lo poco con lo que puedo estar de acuerdo con él. Somos títeres en manos de las grandes corporaciones y gobiernos, pero estoy seguro de que no estoy descubriendo nada nuevo. Vivimos medianamente bien, y eso es lo que importa. O no.

Al igual que el imperio Romano tuvo su talón de aquiles en una pequeña aldea gala liderada por los cómicos Asterix y Obelix, el control total de una población pasa por gestionar todo digitalmente y para ello será necesario hacer desaparecer el dinero en efectivo.

Seguro que más de uno estará pensando que eso es una locura y que es impensable que llegue a ocurrir. Quizá igual de improbable que en un país de 42 millones de personas, la llave de la gobernabilidad esté en manos de unos pocos votos. Las cosas que menos esperas pueden pasar.

En Austria, el canciller Karl Nehammer presentó el viernes pasado una enmienda para garantizar el derecho de los austriacos a pagar en efectivo. No es algo nimio ni trivial.

El plan garantiza el efectivo como opción de pago, además de instruir al Banco Central de Austria a asegurar un suministro básico de moneda y papel. Nehammer ha asignado al Ministro de Finanzas, Magnus Brunner, liderar el esfuerzo, mientras colabora con otros ministerios y representantes del sector privado para llevar este derecho a la constitución del país.

El pago en efectivo está desapareciendo

Es una tendencia en movimiento. En EEUU el pago en efectivo ha descendido del 24% al 14% desde 2015 y países como Suecia han dado el paso para hacer desaparecer el cash. En España y Alemania aún mantenemos ratios importantes de pago en mano frente a lo digital, no obstante ya comienzan a surgir movimientos para detener esta locura.

Esto ocurre la misma semana en la que el británico Jeremy Corbyns protagoniza un vídeo viral en el que paga unas moras en metálico en un establecimiento que sólo acepta pagos digitales al grito de "Pagué con mi moneda de curso legal en este lugar distópico". Y tiene toda la razón.

Más allá de la utopía de terminar con el mercado en negro, las discriminaciones, etc, si desaparece el dinero físico con él muere nuestra privacidad.

A partir de ese momento, cualquier cosa que compremos quedará registrado para el gran hermano, ya sea el gobierno o terceras empresas que quieran comprar nuestros datos. Qué marca de chicles consumes, cuál es tu dieta, la frecuencia de tus compras,etc. Trazar el perfil personal y de consumo de cualquier individuo estará al alcance de unos pocos clics. Ah, y olvídate de la privacidad dado que no habrá nada que puedas adquirir y que no quede registrado y asociado a tu perfil de consumidor. Recordad que nuestros datos valen dinero, mucho dinero.

¿Cómo se venden nuestros datos? 

Las compañías detrás de los pagos digitales como Visa, American Express o Mastercard. venden los datos de consumo a empresas financieras y de publicidad. Esto no es nada nuevo, se lleva haciendo desde hace más de 30 años, aportando un ingreso adicional a las comisiones y otros productos que comercializan.

¿Cómo pueden hacerlo?, a través de un vacío legal: los datos se anonimizan antes de venderse, es decir, no incluyen datos personales con los que se pueda identificar al individuo que los ha generado, no obstante, se pueden analizar e impactar de nuevo a esa persona (sin saber quién es) para ofrecerle productos relacionados con su interés o situación personal.

Como especialista digital, entiendo y valoro la necesidad de disponer de información de los usuarios para ofrecer soluciones alineadas con sus intereses, pero es necesario trazar una línea que respete la privacidad. No todo vale.

Llamativo el caso del que informó The New York Times en 2012, en el que un padre descubrió que su hija adolescente estaba embarazada a través de la publicidad enviada a su casa que anunciaba ropa de maternidad y muebles para el cuarto del bebé.

God save the cash.