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Por Emilio Rodríguez García

Seamos libres


Ojear hoy en día una portada de periódico asusta, no por suicidios, tragedias o demás atrocidades que puedan estar ocurriendo, sino por la falacia y el circo de las noticias con las que riegan nuestros -ya no tan curiosos- cerebros. Es el bálsamo para calmar a las masas inquietas. Para controlar y evitar que miles de personas vean el elefante en la habitación, aunque hoy en día ya podemos hablar de manada de elefantes.

Medios digitales, redes sociales, todo es una orquesta para que bailemos al ritmo que imponen. ¿Que el aceite y la gasolina están por las nubes?, piquito de Rubiales; ¿que estamos a punto de entrar en una recesión?, Aznar es un golpista. Y así con todo. Las pocas voces críticas son rápidamente pisoteadas y su eco mediático reducido a la mínima expresión. David contra Goliat.

Y mientras tanto, nuestros dirigentes, máxima exponencia de nuestra voluntad y responsables de nuestro futuro, en plena torre de Babel con los pinganillos. Estamos en "buenas" manos. Si no se han entendido hasta ahora en español?

¿Y dónde creo que radica el problema? es que no pensamos por nosotros mismos. Me asusta la cantidad de gente que adolece de una visión de túnel, que no critican ni cuestionan lo que se les pone delante y que simplemente bailan al son de la orquesta. Y por si fuera poco, se enfadan si propones cambiar al director.

Estar informados cada semana es complicado. Tener la obligación de tener un pensamiento crítico sobre todo lo que nos impacta, lo es aún más.

Como firme defensor de que la ignorancia es la felicidad, siempre me ha quedado la duda de si, toda esta gente que no piensa por sí misma, es más feliz. Si aceptando cada cosa que se les restriega por la cara, viven mejor, pero la realidad dista mucho de ese estado de nirvana. Son más proclives a insultar y menoscabar la libertad de los demás, especialmente a los que no piensan de la misma manera. Han llevado al extremo eso de o conmigo o contra mí.

Y volvemos al punto de reflexión de este artículo. Aquellas personas que piensan diferente, que son críticas con lo que ven y que no aceptan (dócilmente) las falacias manipulativas, se convierten en blanco de estas hordas de esperpentos.

Podemos ver un ejemplo en Athenea del Castillo, jugadora de fútbol de la selección femenina española que recibió múltiples críticas por no firmar el comunicado que hicieron sus compañeras. En lugar de respetar su punto de vista y decisión, se la criticó, insultó y menospreció por pensar diferente. Y no es la única afectada por opinar diferente al resto. Esto es lo que alimenta la gran maquinaria de la sociedad actual: si piensas por tí mismo, serás señalado y marginado.

El libre albedrío es una utopía y cada vez nos acercamos a pasos agigantados hacia el ya no tan distópico escenario que plantea Orwell en su libro '1984'. En España contamos con la visión del filósofo onubense Eduardo Infante, quién resume la situación actual de la siguiente manera: "Aunque nos creamos libres, nuestra época es la de mayor sometimiento de la historia. En la Antigüedad, el esclavo era consciente de su esclavitud, y en la Edad Media el siervo sabía que estaba sometido al señor feudal, pero hoy no sólo estamos igual de sometidos que en el pasado, sino que, además, no somos conscientes de ello".

La sociedad actual es el mayor truco de magia que he visto en mi vida. Mientras nos entretienen con una mano, hacen todo tipo de cosas con la otra. ¿Recordáis esa famosa frase de "cuando el sabio señala la luna el tonto mira el dedo"?. Pues funciona de maravilla.

Alberto, de El Rincón de Aquiles, ha compartido una lista de siete puntos que nos ayudarán a ser más reflexivos y, en teoría, vivir mejor. Han sido extraídos del libro 'How to life' de Derek Sivers. Confieso que no conozco al autor, pero creo que son bastante interesantes.

  1. No creas lo que piensas.
  2. Ten preguntas, no respuestas.
  3. Duda de todo.
  4. La persona más fácil de engañar eres tú mismo.
  5. No respondas demasiado rápido a una pregunta difícil.
  6. No te detengas en la primera respuesta.
  7. En las historias de misterio, el primer sospechoso no es el culpable.