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Por Emilio Rodríguez García

El futuro será más Matrix que Terminator


El otro día leí un artículo de un trabajador de Google que reconocía que, realmente no saben muy bien por qué se posicionan algunas páginas, alegando que su algoritmo es sumamente complejo y gestiona muchas variables.

¿Un sistema autónomo capaz de operar fuera de un marco preestablecido? Tratándose del gigante tecnológico que lleva 20 años dominando las búsquedas, me dio que pensar.

Existe un debate abierto sobre el futuro de la inteligencia artificial; algunos abogan por que será el factor decisivo para superar verdaderos desafíos, como el viaje a otros planetas, detener el envejecimiento o encontrar la cura a enfermedades consideradas incurables.

Por otro lado tenemos a los agoreros que advierten que podría ser "la última tecnología que invente el ser humano". Al más puro estilo Terminator, consideran que podría fácilmente superar nuestra capacidad e inteligencia y subrogarnos a ella. El tiempo dirá si aguantamos o si perdemos el primer puesto como especie más inteligente del planeta.

Lo que sí podemos constatar son los hechos que, a día de hoy, la ciencia detrás de la informática y el desarrollo de modelos de inteligencia artificial han conseguido. Que yo recuerde, el punto de partida de este interesante debate se originó el 11 de mayo de 1997, cuando Garry Kasparov, uno de los mejores jugadores de ajedrez de todos los tiempos, perdió contra Deep Blue, una supercomputadora desarrollada por IBM.

Una mente brillante, sin parangón y sin igual entre los terrestres, derrotada por ceros y unos. Todo sea dicho, en una partida anterior, el ruso se impuso a Deep Blue, pero aun así ese evento supuso un antes y un después en la percepción sobre la capacidad de las máquinas para competir con los humanos en tareas cognitivas complejas.

La IA actual ha demostrado ser rápida y eficiente en generación de contenidos, imágenes o vídeos. En analizar radiografías para detectar el cáncer de mama, búsqueda de vida extraterrestre o defraudadores del fisco. Su capacidad es asombrosa, pero aún depende en gran medida de la intervención humana y de los datos con los que se alimenta.

Me quedo con una gran frase de Mariano Sigman, doctor en neurociencia y escéptico por el futuro de la IA: "El problema es que las cosas rara vez van en una sola dirección [...] cuando amplificas nuestra inteligencia para mejorar la sanidad, la educación o el transporte también amplificas la capacidad de hacer armas".