Después de ver las imágenes, leído y escuchado noticias y testimonios de los habitantes de la zona, se te cae el alma a los pies y sientes que lo mejor sería mantener un silencio respetuoso, se te quitan hasta las ganas de escribir, en todo caso, solo manifestarse para dar consuelo y animar a los afectados, ardua y difícil tarea consolar a quien lo ha perdido todo, incluso seres queridos.
El espanto no debe producir bloqueo, hay que sobrevivir a costa de lo que sea, hay que luchar con todos los medios disponibles para revertir la situación en la medida de lo posible, resucitar a los muertos no se puede, pero sí ayudar para que los vivos recuperen cuanto antes un estado de vida digno.
A la mayoría de los ciudadanos, que no tenemos conocimientos sobre alertas y medidas a tomar en caso de catástrofes como la vivida estos días, no nos queda otra opción que recurrir al sentido común, y visto como se han producido lo hechos, el sentido común nos dice que predecir lo sucedido era prácticamente imposible, y aunque alguien, por intuición lo hubiera sospechado o por su cualidad de adivino lo hubiera sabido, mucho me temo que su aviso hubiera tenido poco efecto, no le hubiéramos creído, experiencias pasadas lo confirman, así que, por favor, un poco de calma antes de recurrir al linchamiento, no seamos tan listos a toro pasado, como dijo el sabio: "a carro atascado muchos te dirán por donde no deberías pasar".
En plena faena de localizar víctimas, limpieza, desescombro, retirada de vehículos amontonados y apertura de accesos anegados, no debe ser momento de dedicarse a la búsqueda de a quien culpar y señalar, y mucho menos con la intención de exculparse. Lo primero es lo primero, pero eso no quiere decir que no se tome buena nota del desarrollo de los acontecimientos por si hay que pedir explicaciones a quien teniendo que tomar decisiones, no las tomó, las tomó mal, o las tomó tarde, máxime si no se trata de errores o descuidos y hubo intención, esto último difícil de creer, pero solo en el cielo no existen los malvados.
Sabido es que durante las tragedias afloran lo mejor y lo peor de la especie humana y así lo hemos comprobado. Mientras ciudadanos ejemplares se han volcado en la ayuda, incluso sin esperar a la reacción de un gobierno del que muchos se han sentido abandonados, indeseables han aprovechado el caos para ejercer el pillaje. El gobierno ha tardado en reaccionar, incluso ha jugado a echar balones fuera culpando al gobierno regional, como si se tuviera que salvar de algo, cuando el desastre ha sido de tal magnitud que aquí todos tienen responsabilidades, y si no las hubieran tenido lo que no cabe duda es que la obligación moral de prestar toda la ayuda posible es innegable, y no aceptarlo les haría merecedores del más enorme desprecio y del calificativo más ruin, y eso sin entrar en que quien puede y debe ayudar, y no lo hace, si no presta socorro, debe acabar ante la justicia.
Ha sido también asqueroso contemplar como a rufianes y otros políticos les ha faltado tiempo para intentar sacar rédito de la desgracia, y el más rufián de todos culpando de las muertes de trabajadores a los empresarios, a esos empresarios que, junto con sus trabajadores, pagan los impuestos que le permiten disfrutar de un suculento sueldo y unas prebendas, que por supuesto no se merece, a costa de los ciudadanos de un país al que desprecia y que no se priva de decirlo cada vez que tiene ocasión, encima con recochineo ¿De verdad que no es posible un mecanismo democrático que evite la existencia de semejantes parásitos?