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Misión sostenible

Por María Teresa Pérez Martín

Semillas, valioso testigo, preciado tesoro


En medio de la masificación de los monocultivos, la pérdida de biodiversidad, el uso de transgénicos por la feroz estrategia comercial de Monsanto, las semillas encuentran su refugio en las manos de sencillos campesinos, que trabajan en el rescate cultural de la conservación, en investigadores reacios a la modificación genética y en la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, un bunker que se encuentra en una pequeña isla noruega muy cerca del Polo Norte.

 

Conocida también como pepita o simiente, la semilla es cada uno de los cuerpos que forma parte del fruto que da origen a una nueva planta, bajo condiciones apropiadas. El valor de la semilla es inversamente proporcional a su tamaño y reside en que contiene una fuente de alimento almacenado. Por eso, este valor se guarda como preciado tesoro en la Bóveda Global de Semillas, un bunker que cumple ahora 10 años y que guarda las simientes de todo el mundo a temperatura constante. Bajo una montaña en Svalbard hay un verdadero Arca de Noé vegetal, reserva alimentaria a escala planetaria, donde los países del mundo entero han depositado las semillas necesarias para su supervivencia.

 

Construido en una antigua mina de carbón, el bunker está preparado para resistir a todo, al cambio climático, catástrofes naturales y guerras. Desde la entrada al subterráneo se recorre un pasillo de unos 120 metros de largo, donde la temperatura va progresivamente bajando hasta alcanzar los -18 grados centígrados, para llegar a una gran sala blanca donde se encuentra el valioso tesoro: la reserva mundial de semillas. Envasadas al vacío para resistir el paso del tiempo, las semillas provienen de todas las plantas que comemos en todo el mundo, excepto evidentemente, las genéticamente modificadas. Se trata de garantizar por un lado la diversidad de semillas de un país, que viene a ser el testigo de la soberanía alimentaria que posee y por el otro, la seguridad alimentaria de una nación, fuera del país, en caso de guerra, por ejemplo. Como ocurrió en 2015, durante la guerra de Siria, cuando no se pudo acceder al banco de semillas de Alepo. Entonces, por primera vez la Bóveda de Svalbard cumplió su misión y abrió sus puertas para acceder a granos que fueron replantados en el Líbano y Marruecos, para después multiplicarlos y enviarlos de nuevo a Siria.

 

De manera más modesta pero igualmente meritoria, las semillas cuentan también con buenos guardianes: pequeños campesinos valientes que desde diferentes regiones del mundo han adaptado las especies vegetales a un amplio rango de ambientes, condiciones climáticas y suelos. Las semillas que esparcen en sus campos son el resultado del trabajo colectivo acumulado de generaciones de agricultores, que las han domesticado, criado, seleccionado, mejorado, conservado e intercambiado. Este capital de biodiversidad agrícola acumulado a través del tiempo es patrimonio colectivo de todos los pueblos.

 

valioso testigo de lo que fue, las semillas arrojan luz del uso de la tierra y las costumbres casi 4.000 años después, gracias a los granos que se llevaron a la tumba algunos de los gobernadores del Sur de Egipto. Un tesoro natural oculto en los restos funerarios que hoy están investigando científicos españoles y que demuestra la importancia que desde siempre han tenido las semillas en la historia, sin olvidar su potente simbología en el Evangelio.

 

Para garantizar la sostenibilidad de los alimentos que acaban en nuestro plato necesitamos rescatar las semillas nativas para asegurar la biodiversidad y el buen funcionamiento de sistemas agroforestales, libres de agroquímicos arma favorita de los monocultivos. Del mismo modo tendríamos que proteger el derecho a las semillas, que se traduce en el uso de los granos en consonancia con las particularidades naturales locales y los principios culturales de cada comunidad. Y por último, tendríamos que fomentar la libertad de las semillas para que dejen de ser exclusiva propiedad privada patentada por grandes corporaciones y pasen también a disposición de comunidades agrícolas mucho más sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.