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Misión sostenible

Por María Teresa Pérez Martín

¿Eco-ansiedad o eco-lucidez?


Las imágenes que muestran los eventos climáticos extremos tales como los huracanes, los tornados, las olas de calor, las inundaciones, las temperaturas de más de 40 grados, las sequías prolongadas, etc., provocan un cúmulo de emociones confusas en muchas personas, que se inquietan por las futuras condiciones de vida en el planeta. Generan además una ansiedad por ser conscientes de que las posibilidades de dar marcha atrás son cada vez más reducidas, si no se toman con rapidez medidas concretas, coherentes, globales y locales.

 

Este tipo de emociones relacionadas con la crisis climática es conocido como eco-ansiedad, un término reciente, aún desconocido por la medicina, que no lo considera como una patología, pero que puede derivar en cuadros depresivos y en un real malestar en las personas que lo padecen. En muchos casos, esta toma de conciencia ambiental adopta diversas formas, tales como el militarismo contra la inacción de los gobiernos o el cuestionamiento de los patrones individuales de pensamiento o funcionamiento. Cambios en todas las áreas de la vida, desde la decisión de traer hijos al mundo o el modo de alimentación que adoptamos, hasta la manera de contar, utilizando otros tipos de capital, no solo el dinero, que ha sido hasta ahora el canon prioritario de la economía.

 

La publicación de los informes climáticos o los resultados de las reuniones de las COPs, ligados a eventos meteorológicos extremos provocan un pico de pacientes en las consultas de los psicólogos, que en la mayoría de los casos desconocen estos temas.  Los jóvenes y menores son los grupos más vulnerables a generar cuadros de eco-ansiedad: una gran mayoría de ellos viven angustiados por el futuro, uno de cada dos piensa que su familia está en peligro y cuadro de cada diez no desean tener hijos. Los jóvenes acumulan un sentimiento de impotencia que se añade al de haber sido traicionados por las generaciones precedentes y el de ser las primeras víctimas de los efectos climáticos. Son jóvenes que viven en un mundo que no desean tener y son conscientes de que las soluciones eran ya conocidas incluso antes de haber nacido, pero que nadie se ha ocupado de ponerlas en marcha. Tienen la impresión de que nadie utiliza esa caja de herramientas que cuenta con todos los instrumentos para resolver el problema, perdiendo un tiempo crucial para poder aún dar marcha atrás… ¡Injusticia intergeneracional! Sienten además un peso añadido al ser la primera generación que comprende la crisis climática, convirtiéndoles en responsables de un cambio radical de comportamiento. Todos estos sentimientos se unen a las crisis existenciales propias de los procesos de maduración del individuo, cuestionándose que pueden hacer por cambiar el rumbo de los acontecimientos.

 

Aunque toda esta sintomatología es conocida como eco-ansiedad, en el fondo habría que cuestionarse si no se trata más bien de una forma de lucidez mental frente a la gran masa de personas que funcionan en automático, con prisas, desconectadas de los ciclos que marca la naturaleza, adictas al consumo absurdo de bienes y servicios, sin importarles el impacto ambiental de su modo de vida. Algunas de las personas consideradas eco-ansiosas son más bien eco-despiertas o eco-lucidas, capaces de introducir cambios en sus hábitos cotidianos más saludables, sin necesidad de cambiar drásticamente su vida, sino de manera más paulatina y silenciosa, simplemente reajustando o alineando su profesión, por ejemplo, hacia una orientación más ecológica, buscando aportar soluciones desde su trabajo diario. Existen ya muchos eco-lúcidos entre ingenieros, arquitectos, abogados, empresarios, funcionarios, taxistas, guías turísticos, panaderos, albañiles, fontaneros, periodistas, profesores y amas de casa, etc. Lo importante es crear un tejido social resistente y resiliente capaz de operar la transformación hacia la economía circular, el uso ecológico de los recursos naturales, la reducción de la producción de residuos y la descarbonización de la economía.