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OCIOZINE

Por Raquel W. Polo

El problema de los tres cuerpos


Si no habéis oído hablar del último fenómeno de Netflix, El Problema de los Tres Cuerpos, es que, seguramente se os ha estropeado el wifi, o habéis pasado la lluviosa Semana Santa en un convento de clausura o un monasterio budista del Himalaya.

El Problema de los Tres Cuerpos está basada en la novela de ciencia ficción del escritor chino Liu Cixin (os juro, que la primera vez que vi su nombre leí 'Cinexín', me delata la edad), y de la adaptación se han encargado los mismos que lo hicieron con Juego de Tronos, que además se han traido a tres de los actores de aquel cast: Jonathan Pryce, John Bradley y Liam Cunningham.

Os explico un poco la teoría de los tres cuerpos, en versión para rubias: Los planetas pueden rotar en torno a una estrella (como la Tierra y el Sol), o incluso dos, y no pasa nada, los años son los años, las estaciones son las estaciones, y todo está bien. Pero en el supuesto de que hubiera tres estrellas, (tres cuerpos celestes) ahí empieza el caos.

De la serie no se puede contar mucho, porque va de misterio en sorpresa, y no os la quiero destripar (habéis visto que, como le gusta a Pérez Reverte, no he usado el termino spoiler)

Sí os puedo contar que gira en torno a dos historias, la de un grupo de cinco amigos, que estudiaron física juntos bajo la tutela de una profesora, que se convirtió en su colega. Uno de los chicos utilizó sus conocimientos para inventar sabores para los cereales, las bebidas energéticas y esas cosas (como nuestras patatas chip con sabor huevo frito). Se forró, y no ha vuelto a querer saber nada de la investigación ni la ciencia. Otro se dedica a la enseñanza. Las chicas han seguido una brillante carrera en investigación, cada una en un campo diferente. Y el quinto trabaja con aquella profesora, que se suicida en los primeros cinco minutos del primer episodio.

Pero ella no es la única. En pocos meses un montón de importantes científicos de los cinco continentes se están suicidando. De rastrear este misterio se está encargando un curioso personaje, que fuma como una chimenea, que una vez fue policía, y ahora no se sabe muy bien qué es, y al que interpreta Benedict Wong (el compañero de Dr. Strange en las películas de Marvel)

La otra historia se centra en una joven física china, que vivió en los años más duros de la dictadura de Mao, y que va a ver cómo su padre, un importante físico, cómo no, es asesinado en un mítin/linchamiento por afirmar un par de cosas en contra del régimen, entre ellas la posibilidad de que Dios podría existir. Ye Wenjie (interpretada por Rosalind Chao, una de esas actrices asiáticas que hemos visto en un episodio en todas las series desde finales de los ochenta), va a vivir un largo periplo que la llevará de prisiones y campos de trabajo a un destino mucho más importante.

Videojuegos de realidad virtual, bichos, barcos, cáncer. Todo esto son spoilers fuera de contexto (vaya he utilizado la palabra, lo siento, Don Arturo) que entenderéis cuando veáis la serie, pero, de verdad, creo que ya os he contado demasiado, si vais a verla. Como todas las de Netflix, tiene solo ocho episodios en su primera temporada, y aunque no ha sido anunciada aún la segunda, contamos con ella. Fácil para ver del tirón en un fin de semana. Muy recomendable.