Castilla y León debe recuperar la funcionalidad institucional cuanto antes y el primer paso es resolver la presidencia de las Cortes como estación previa a la formación de Gobierno, pero la falta endémica de acuerdos amenaza con prolongar la inestabilidad en la que llevamos meses.

Castilla y León se enfrenta de nuevo a unas horas trascendentales sin aparente garantía de éxito. Esta misma semana tienen que constituirse las Cortes de la nueva legislatura y toca alcanzar el primer acuerdo, el que debe servir para designar un nuevo presidente del parlamento regional. El puesto tiene y siempre ha tenido su trascendencia, igual que la formación de la mesa, por lo que significa a la hora de determinar los equilibrios parlamentarios. El problema es que, esta vez, el puesto está disputado en medio de otra escaramuza política de las muchas que llevamos en el último año.

La casualidad ha querido que este día 10 de marzo se constituyan las Cortes el mismo día que, un año atrás, se conocía la presentación de una moción de censura. Aquel movimiento concretaba semanas de rumores y tensiones y desde entonces la práctica política ha quedado totalmente marcada en la comunidad por lo ocurrido sin que se haya logrado recobrar el rumbo. Castilla y León está inmersa en una espiral de inestabilidad de la que todavía intenta salir y a la que se ha visto arrastrada por un único motivo: la incapacidad de alcanzar acuerdos.

Esta es la tesitura en la que se afronta la semana en la que echan a andar las Cortes, lo que no augura nada bueno. La desconfianza en la estabilidad del Gobierno acabó quebrándolo, empujando la comunnidad a unas elecciones precipitadas por el temor a movimientos extraños cuando se negociaban in extremis unos presupuestos que nunca llegaron. Entonces se produjeron escenas que ahora se han repetido, como aquella reunión entre PP, Cs y Por Ávila que acabó como el 'Rosario de la Aurora' y que se ha replicado ahora con el 'plantón' entre 'populares' y abulenses en la ronda de contactos. Así que en un momento en el que los acuerdos son más necesarios que nunca, alcanzarlos se presenta aún más complicado.

En la cuestión concreta de la presidencia de las Cortes los partidos van a ir al choque. El PSOE ha anunciado candidatura y apura sus opciones de lograr este puesto si es que Vox y PP no logran una cuerdo. Puede que sea mera táctica negociadora, pero en Vox no ha sentado nada bien que Mañueco pretenda también para el PP el sillón que los de Abascal han pedido en primer lugar, como tampoco gusta la insistencia del salmantino en un gobierno en solitario. Creen en Vox que el presidente en funciones debe darles lo que concedió a Cs porque tienen los mismos escaños, aunque ni son el mismo partido ni la coyuntura política es la misma, estando como está en PP en un momento de redefinir sus estrategias: no parece que la interinidad de Feijóo vaya a facilitar una situación para la que Mañueco goza de carta blanca.

La decisión va a concretarse, de nuevo, in extremis, en las últimas horas. Cuidado porque la última vez que la política regional apuró plazos quedó sin aprobarse un presupuesto y acabó en convocatoria de elecciones. Fue la culminación de lo que empezó con la moción de censura y que mantiene en un "¡hay!" a la comunidad desde hace casi un año. Las elecciones no han ayudado a paliar esta situación, incluso la habrían complicado un poco más porque hay un acuerdo que cuadra la matemática electoral, pero que no se concreta mientras los plazos corren.

Veremos lo que pasa, pero Castilla y León debe recuperar la funcionalidad institucional cuanto antes y el primer paso es resolver la presidencia de las Cortes como estación previa a la formación de Gobierno, pero la falta endémica de acuerdos amenaza con prolongar la inestabilidad en la que llevamos meses. Está claro que la presidencia de las Cortes es estratégica y que puede marcar de manera decisiva el inicio de la legislatura y si tiene un futuro viable, por eso debe resolverse con responsabilidad.