Raquel Alonso es una profesora de inglés en el C.R.A. Ribera del Duero que cada día debe recorrer varias localidades para dar clase a sus alumnos
Un gesto tan sencillo como adquirir unos filetes en la carnicería puede convertirse en misión imposible en una pequeña población del medio rural. Muchas localidades de la mal llamada España vaciada no cuentan con establecimientos de alimentación y tienen que desplazarse hasta otros municipios más grandes para hacer acopio de los productos de primera necesidad. Eso, o que los vendedores ambulantes acudan al rescate de los vecinos que aún sobreviven en poblaciones. Son los 'telerurales' los que hacen que la vida en estos lares sea un poquito más amable.
Álvaro Cebrián es carnicero desde hace más de dos décadas y ambulante hace ya algunos años. "Fue una amiga pescadera la que me animó a hacerme carnicero ambulante". Con su inseparable furgoneta roja y su inconfundible claxon, cada semana recorre una quincena de municipios vallisoletanos llevando, puerta a puerta, un producto cárnico "de mucha calidad".
El trabajo de Álvaro es intenso. Los lunes es el único día que no viaja. Se queda en su local, ubicado en Medina de Rioseco, elaborando los preparados para toda la semana. De martes a sábado recorrerá los quince pueblos, a una media de tres por cada jornada laboral. Las tardes las dedica a seguir preparando el producto. Sus hamburguesas, las salchichas y otros preparados ya han cogido fama en toda la zona, también su ternera de la tierra, escogida con mimo para que sea excelente. Precisamente es "la calidad" su elemento diferenciador, asegura.
En los diferentes pueblos que visita le acogen con los brazos abiertos, aunque tengan que esperar una semana. Es la única forma de llenar la despensa. En algunas localidades que Álvaro opta por ubicarse en la plaza o en un lugar céntrico. Hasta allí llegan sus clientes; sin embargo, en otras poblaciones más pequeñas, la furgoneta del carnicero ambulante ofrece un servicio puerta a puerta. "Suelo parar en las casas de mis clientes y especialmente en aquellas en las que hay personas mayores, con problemas de movilidad". Quita importancia a este detalle, pero realmente Álvaro lo que ofrece, además de buena carne, es todo un servicio social.
Ha establecido una relación casi personal con sus compradores. Les pregunta por su salud o pos sus familias, se interesa por sus problemas y nunca falta un comentario simpático o una sonrisa de oreja a oreja. Álvaro es un tipo sencillo, simpático y profesional que acerca un servicio de primera necesidad al mundo rural. De hecho, es el "contacto con la gente" lo que más le llena y eso permite que disfrute de su trabajo, a pesar de las muchas horas que echa.
La mañana avanza y ya ha visitado dos poblaciones. Le toca ahora el turno a la amurallada villa de Urueña. Álvaro penetra el medieval arco por el que su furgoneta entra al milímetro y avanza por sus estrechas calles. Es capaz de relatar quién vive en cada puerta. Suena su bocina estridente y los clientes, mujeres en su mayor parte, van saliendo a hacer la compra. "Es un lujo que te lo traigan a la puerta de casa", dice una vecina, encantada con la carne que ofrece Álvaro, natural de Villabrágima.
Su servicio ambulante se adapta a los nuevos tiempos. No solo por su furgoneta, perfectamente equipada al alimento que transporta, sino porque ofrece todas las posibilidades de pago: metálico, tarjeta o bizum. Además acepta encargos telefónicos o por WhatsApp que entrega perfectamente envasados al vacío, y dispone de listas de difusión en cada población para avisar de posibles incidencias, especialmente si algún día, por fuerza mayor, no puede llegar a tiempo.
Hoy hemos conocido a un 'TeleRural' más, esos pequeños héroes sin capa que se lo ponen más fácil a los habitantes del medio rural. Se ganan la vida así, claro; es su trabajo, desde luego; pero sus servicios son tan importantes que no está de más agradecérselo de vez en cuando.
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