03/11/2024
Este editorial semanal no tiene más sentido, en este caso, que el de la solidaridad con todos los afectados por la DANA que ha asolado a diferentes territorios de nuestro país, pero con especial virulencia a la Comunidad Valenciana. Este tipo de catástrofes ponen a prueba la capacidad solidaria del pueblo español, ampliamente demostrada en otras ocasiones, aunque evidencian lagunas importantes que deberían servir para instalarlas en las cuestiones más esenciales a la hora de trabajar en la prevención o en futuros planeamientos urbanísticos.
La tragedia es de enormes dimensiones y la naturaleza es incontrolable. Todo sucedió prácticamente en cuestión de minutos. Pero hay matices sobre los que deberíamos profundizar. Los informes atmosféricos apuntaban hacia una previsión que después se triplicó y el aviso de Protección Civil se produjo cuando miles de personas se encontraban completamente atrapadas. A partir de ahí se suceden las tremendas historias que nos llevan sacudiendo desde la pasada semana, con imágenes imborrables y una sensación de impotencia y desamparo por las muertes y desapariciones que se han venido sucediendo en unos días marcados para la historia del dolor en España.
Ante situaciones de este tipo, es intolerable el reproche político. Tristemente, la DANA ha vuelto a sacar lo peor de nuestros representantes, cruzándose acusaciones por la gestión de una crisis que no tiene más nombres que los más de 200 muertos y los miles de afectados. Cuando Marlaska acusa a Mazón de enviar tarde la ayuda de Protección Civil y Feijóo contesta que un presidente autonómico actúa con la información de organismos estatales, estamos desviando el foco del esfuerzo y nos están volviendo a demostrar que siguen lejos de la realidad cotidiana. La DANA no tiene ideología y politizar esta tragedia es no tener un ápice de sensibilidad hacia todo lo que está representando esta catástrofe. Las energías, ahora, se deben centrar en buscar posibles supervivientes incomunicados, recuperar cadáveres, restablecer vías de comunicación, limpiar el barro y, sobre todo, atender a las personas. La gestión de la crisis ha tenido evidentes lagunas, por todas las partes, pero es que las prioridades no pueden ser otras diferentes a centralizar los esfuerzos en lo realmente importante: la gente y todo lo que supone ayudar a restablecer la normalidad y las vidas truncadas por la fuerza de la naturaleza.
La Comunidad Valenciana afronta ahora una dura tarea de reconstrucción. Pueblos arrasados, infraestructuras, transportes, carreteras inutilizables, personas que lo han perdido todo. Estos deberían ser los focos para iluminar las ideas políticas y dejarse de recovecos absurdos tratando de obtener un rédito en un entorno de luto. La DANA ha terminado con vidas e ilusiones. Ha destrozado familias. Todo eso se traduce en una necesidad de ayuda. Esta es la principal tarea en la que todos nos debemos centrar.